lunes, 22 de diciembre de 2008

Violencia Familiar

En los últimos años, los servicios de salud han visto incrementarse en forma alarmante los casos de violencia, tanto psíquica como física, hecho que propició para que la Organización Panamericana de la Salud publicara a principios de los 90 un documento que identifica a la violencia como un tema prioritario de la salud pública. En la UBA, bajo la dirección de Jorge Consi, se creó en 1989 la carrera de Especialización en Violencia Familiar, vinculada a una estrategia global para la prevención de diferentes formas de maltrato y abuso dentro de la familia y sus graves consecuencias psicológicas y sociales. En su libro “Violencia Familiar”, Consi, hace referencia a que el fenómeno de la violencia y el maltrato dentro del ámbito familiar no es un problema reciente, habiendo sido tolerada y aceptada desde tiempos remotos; ya que la conducta violenta se hace posible en un contexto de desequilibrio de poder, donde éste es utilizado para ocasionar daño a otra persona y generar una “relación de abuso”.Siendo la mayoría de las víctimas las mujeres y los niños, el autor comenta algunos de los motivos por los cuales ellos no denuncian el abuso. Entre estos menciona al temor, la inseguridad, la dependencia económica, los lazos emotivos y la generación del síndrome de la “Desesperanza Aprendida”, como producto de la cronicidad que implica la presencia del agresor en el espacio cotidiano, que al perpetuarse y no poder resolverse, carga de culpabilidad a la víctima por no poder protegerse ni proteger a sus hijos, haciendo que esta falta de esperanza, lleve a la persona maltratada a no actuar, a ignorar o minimizar la naturaleza amenazante del abuso, a culparse por el daño sufrido y a defender o proteger al agresor. Si bien, cada acto de violencia aparente-individual se enmarca en un contexto social, para poder comprender la violencia desde una perspectiva “individual”, debemos considerar que la persona agresiva percibe el mundo en forma amenazante y provocadora, lo que la lleva a tener conductas de ataque y defensa, aprendidas al presenciar y experimentar violencia en el seno familiar. Así es como la violencia que viene de algún miembro de la familia, ocurre paradójicamente en ese espacio creado precisamente para garantizar la protección de todos sus miembros.

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